Cuando hablamos de estudiantes, es difícil separar los conceptos de jóvenes y sexo, parecen ir unidos invariablemente no solo en la frase, sino también en nuestras mentes. Y es que las tres cosas van de la mano al mismo tiempo: es en la juventud cuando sentimos el despertar sexual, a la vez que elegimos los estudios que nos prepararán para la profesión que elijamos en un futuro. A veces, creemos que nuestros jóvenes son solo un mar de hormonas rugientes, y que no ven más allá del sexo opuesto; como padres, nos indignamos si notamos que nuestros hijos empiezan a interesarse demasiado por otros chicos o chicas, y os instamos a dejarse de tonterías y centrarse en los estudios. Pero ¿realmente pueden evitar ese repentino interés, o son arrastrados por una mezcla de biología, hormonas sexuales y comportamiento juvenil?
A esa edad en que los chicos y chicas justo deben empezar a pensar en su futuro y elegir los estudios en consecuencia, confluyen varios factores que realmente se pueden ir de las manos. Seguramente el despertar sexual sea el más difícil de manejar, aunque no lo creamos; es algo físico y psicológico, inherente a nuestra naturaleza, y aunque a unos les llegue más pronto que a otros, no hay jovencito o jovencita de 18 años que no piense en el sexo varias veces al día. Es gracioso porque en esos momentos, estos estudiantes tienden a sentirse atraidos por personas más mayores que ellos, quizá buscando la experiencia de forma inconsciente; y, sin embargo, en unos años las colegialas follando será la fantasía xxx preferida de la gran mayoría (las mujeres tardan un poco más en soñar con jovencitos, pero tranquilas, que todo os llegará, jeje).
Luego tenemos una parte que es eminentemente social, o de rol, o tradicional, o como queramos llamarla. Pero el hecho es que a esa edad, si quieres integrarte en el grupo de gente de tu edad, has de ser parte de la manada, y comportarte como todo el clan; así, los estudiantes universitarios tiene casi la obligación de estar permanentemente pensando, hablando y practicando sexo, cuanto más mejor, y mejor si es con mucha gente. Así, el resto de la sociedad tiene la sensación de que sus jóvenes son unos promiscuos viciosos que solo piensan en follar o masturbarse; pero seguramente estaremos ante muchos casos de esos en los que «te comes una y te cuentas veinte». No lo dudo ni por un momento.
Así, entre un cuerpo y mente centrados en el despertar sexual, y las obligaciones sociales que da el ser parte de la comunidad de universitarios, es difícil escapar del rol de estudiantes salidillos que todos tenemos en mente. Puede resultar muy difícil escapar de ese círculo vicioso, nunca mejor dicho, y los chicos y chicas además se encuentras presionados cuando están en casa, pues sus padres tampoco escapan de esa impresión grupal que se tiene de ellos. Como ves, hemos llegado a un punto en el que la excepción ha hecho la norma: cuando los primeros universitarios marcaban época en un momento en que cursar estudios superiores era sinónimo de prestigio y de libertad, muchos se las arreglaron para llevar una vida algo relajada y lúdica, y acabaron por hacer de eso la costumbre para todos los demás.
Será difícil cambiar esta dinámica, porque al fin más o menos jóvenes a todos nos gusta disfrutar de todo lo bueno de la vida. Y claro, tener algo así como luz verde para que durante unos años que coinciden con la etapa universitaria uno pueda comportarse con cierto libertinaje sin que en realidad nadie lo critique de forma radical. Pero quizá este post sirva para darles un poco de vidilla, y darnos cuenta de que no todos pasan el día pensando en juergas o sexo, y que en realidad tampoco tienen muchas alternativas.